Muchas vueltas se le están dando al resurgir de la escena musical madrileña: que si el corazón underground recuperó su ritmo vigoroso, que si los clubs y salas de conciertos vuelven por sus fueros a pesar de las restricciones de la administración local, que si los valores artísticos aparecidos los últimos años hacen pensar en una nueva “movida”… Sentencias de todos los colores que, unidas entre sí, intentan definir una corriente coincidente en una misma época y lugar para, con el paso del tiempo, ser rememorada con orgullo y nostalgia. Aquí no se va a negar ese derecho, pero una situación similar sucede en otras ciudades y zonas de España y no se busca de buenas a primeras colgarle una etiqueta generacional. Bueno, quizá sí, aunque los que la imponen no son sus auténticos protagonistas (los músicos y cantantes), sino la audiencia y, claro está, los medios de comunicación. Estaría bien dirigirse a alguna cara conocida de algún grupo de la capital para reafirmarlo… ¿Qué tal Ariadna, de Los Punsetes? Molaría escuchar su teoría y, de paso, ver cómo suelta un guantazo repleto de ironía al primero que le comenta la cuestión. Tranquilos: ni Ariadna es tan violenta ni el tema debe provocar que llegue la sangre al río. Con lo que hay quedarse es con la variedad y la calidad de la oferta: el folk delicado de Russian Red, el pop-rock de 24 quilates de Delco o los latigazos guitarreros de, justamente, Los Punsetes.
Estos tres ejemplos académicos ya se construyeron una carrera, tarea en la que están inmersos varios nombres que todavía deben ampliar su onda expansiva, como EdredóN (David, Iván, Julián, Samuel y Pedro, así, a secas). Para empezar a tener alguna referencia de ellos, ¿en qué estilo encajarían? La respuesta es complicada, aunque más adelante se aportarán varias pistas. Antes habría que hacer hincapié en las particularidades de esta banda, que puede suscitar en una misma persona gestos de complicidad y, un segundo después, de rechazo, sobre todo por su peculiar sentido del humor: dan fe de ello sus atípicas respuestas en entrevistas varias, la descripción que hacen de sí mismos en su MySpace (“Al principio éramos plumón de ciertas aves del norte; también un cobertor relleno de esta clase de plumón, o de algodón. Pero eso se acabó. Hemos mutado. Ahora somos aceite de oliva virgen”) o la frase que preside su perfil de Facebook (“Conjunto musical controlado por un chimpancé fumador”). Los que se fijan más en estos detalles que en su música empiezan metiéndose hasta con la barba “tan de moda entre los indies” (sic) de estos cinco tíos de Carabanchel y acaban recibiendo pullas tachándolos de, por decirlo suavemente, modernos desnortados cuya planicie cerebral se empeña en relacionar los tópicos del barrio madrileño (las tapas de sus bares, Rosendo…) con el quinteto. Vamos, una espiral de gilipolleces (tanto de los acusadores como de los defensores) convertidas en cuestión de estado que nos obliga a adoptar la actitud hierática de Ariadna Punsete: quietecitos y concentrados en seguir las canciones, en este caso, de su debut homónimo en largo, “EdredóN” (Origami, 2010).
Unas líneas más arriba dejábamos en el aire la cuestión sobre los parámetros estilísticos del grupo: para no complicar la explicación… muchos y ninguno, en el sentido de que la combinación obtenida tras agitar sus múltiples influencias no debe confluir en una sola de ellas. Desde que EdredóN publicaron su EP de presentación a comienzos de este año, se habló de que lo suyo se movía entre el electro-pop, el kraut germano, el rock experimental… Claro que hay un poco de todo ello en este disco (sobre todo en la incendiaria “Canguro”), aunque no habría que tomarlo tan al pie de la letra. ¿Qué ocurriría si nos olvidásemos de clasificar “Querido Pedagogo”? Pues que nos saldría un hit en potencia que recuerda que la repetición de una frase sencilla vocoderizada (“se hace llamar querido pedagogo, ojalá me dedique algún libro”) sobre una base trotona bailable puede funcionar mejor que cualquier lírica enrevesada, muy a la manera de lo que lograron Daft Punk en “Around The World”. Si esto les resulta demasiado trillado, busquémosle tres pies al gato: la francófona “Bautismo”, con su tête à tête vocal “él vs. ella” y su cadencia sensual y decadente, podría verse como una tonada semejante a “Je T’aime… Moi Non Plus” pero destinada a acompañar de fondo un polvo rápido en cualquier baño público o de discoteca.
De eso se trata: de pensamiento automático (para el cual se despliegan como alfombras cósmicas las progresivas “W3” y “Sopena”), de estimulación sensorial (“Dialéctica. Entre L’Humain Et La Machine”, de título kaftwerkiano, y “La Bola De Los Anillos” amalgaman teclados y guitarras espaciales para golpear los oídos y cubrir los poros de la piel de sudores analógicos) y de delirios oníricos (“El Último Viaje De Larry El Delfín O Muerte De Un Delfín”, o lo más parecido a una nana psicodélica para adultos). Hecha esta última reflexión, ya estamos metidos de lleno en el fuego cruzado de EdredóN (en el sentido real y figurado), con lo cual, tras mencionar lo que se cuece actualmente en el Madrid musical y, en concreto, en este álbum, sólo queda ver cómo pasarán los proyectiles sobre nuestras cabezas y esperar a que alguno nos dé de lleno (por eso de que crean que somos unos esnobistas…) Ariadna, ¿y tú qué opinas de todo esto?