“Mientras Seamos Jóvenes” no sólo es una comedia adulta y sublime, sino que Noah Baumbach consigue subvertir el habitual choque generacional.
“Mientras Seamos Jóvenes” se abre con una cita de Ibsen que ejemplifica a la perfección la habitual cerrazón de una generación con respecto a la que le viene detrás. Precisamente por eso, desde la crítica se ha tendido a posicionar la película de Noah Baumbach dentro de todas esas ficciones que a lo largo de la historia se han dedicado a explorar las tensiones entre dos generaciones contiguas (e incluso varias más)… Y no voy a ser yo el que venga aquí a contradecir a esa corriente de opinión, pero sí debo señalar que el motivo por el que a mi me fascina “Mientras Seamos Jóvenes” es precisamente por lo que tiene de ruptura histórica con esa situación tan tipificada.
Y no porque Baumbach sea un visionario (aunque esto sea así un poco, la verdad), sino porque el director se dedica simple y llanamente a plasmar lo que está ocurriendo aquí y ahora. Me explico: desde el ámbito de la cultura, la tradición ha sido que las generaciones “superiores” miren por encima del hombro a las inferiores, por lo menos en lo intelectual. Otra cosa puede ser la fascinación estéticas, hedonista y/o sexual: evidentemente, el retrato de la fascinación física de un hombre (o mujer) mayor hacia un (o una) joven es algo pretérito… Pero de un tiempo a esta parte, y coincidiendo no por casualidad con el peterpanismo imperante en el siglo XXI, las generaciones cultas “superiores” están quedando ridiculizadas directamente por el ímpetu arribista que les viene detrás.
Los “adultos” quedan ridiculizados al no comprender que una inyección de juventud puede ser revitalizadora si se asimila, pero la mímesis ya no es posible cuando se rebasa cierta edad…
No se me ocurre una forma más elocuente de ejemplificar lo dicho