Después del descalabro comercial de su primer disco, “Hands” (Warner, 2009), y de pasar casi dos años en el motor de un autobús peleando contra una incipiente depresión, Victoria Hesketh tenía muy claro que no quería repetir los errores del pasado. Haber sido la gran promesa del pop británico en 2009 le ayudó porque le dio mucha visibilidad, pero al mismo tiempo puso un montón de responsabilidades y presión sobre sus diminutos hombros que no se vieron satisfechas ni compensadas a nivel de ventas, tal y como explicaba en esta entrevista que concedió en plena gira española. Después, tocaba reflexionar, aprender y mejorar. Y una cosa caía por su propio peso: volvería a tomarse el tiempo necesario y su segundo disco vería la luz de forma independiente.
Desde que la conocimos con aquél hit de pop oscuro que era “Meddle” hasta que publicó su primer disco pasaron casi dos años. Desde entonces hasta que ha visto la luz “Nocturnes” (On Repeat, 2013) han pasado tres. Victoria sigue funcionando con su propio timing: calmado, lento y ¿seguro? A la vista de los resultados, podría decirse que sí. La libertad creativa de no tener que rendir cuentas a una major y de poder centrarse en lo que quería hacer realmente le ha servido a la británica de perenne melena rubia para marcarse un segundo disco que conserva los logros del primero, que aprende de sus errores y que maravilla con un despliegue de producción impecable. Aquí la inspiración ya no es la música de los 80, como en la anterior entrega: Little Boots mira hacia adelante en todos los sentidos y ahora se inspira en la música de baile de los 90. Le pone de título “Nocturnes” porque va de eso, de música para ser bailada y disfrutada de noche, y en él hay desde homenajes al voguing (algo que ya nos avanzó con aquel “Every Night I Say A Prayer” que ha entrado en el tracklist final) hasta ramalazos de eurodisco. Little Boots ha construido su discurso musical erótico-festivo con la experiencia que le ha dado ser dj durante todo este tiempo y la que le han brindado sus tres escuderos en la producción: un (ex)DFA (Tim Goldsworthy), un Hercules & Love Affair (Andy Butler) y un Simian Mobile Disco (James Ford): tres cabezas y seis manos expertas en eso de hacer mover el cucú y que han sabido sacarle un buen pringue a las habilidades de Victoria consiguiendo una unidad musical consistente y un sonido muy ufano sin resultar frívolo y que es, sobre todo, bailongo.
Desde que empieza con “Motorway” (inicio nocturno y escapista en línea del “Ride” de Lana del Rey que contrasta con la primera canción de “Hands“, aquella “New in Town” en la que Little Boots se daba la bienvenida a sí misma a una nueva ciudad) hasta que termina con “Satellites” (que podría formar parte del “Aphrodite” -Astralwerks, 2010- de Kylie Minogue), Little Boots despliega un perfecto engranaje de dance pop en su punto ideal de sal y azúcar. Así, “Shake” ha pasado por un minucioso proceso de chapa y pintura que le ha añadido bajos gordos y enjundia, convirtiendo lo que era una canción bailable en un trallazo de madrugada; “Confussion” y “Broken Record” le sirven para desarrollar un hábil discurso disco tocado por campanas que reverberan, pianos brillantes, coros que se superponen hasta el infinito y estribillos ágiles y mañosos; “Beat Beat” suena funky y juguetona; y el pop dulce que recuerda a los mejores momentos de su primer trabajo (como “Mathemathics“) lo encarnan “Crescendo” y “Strangers“, la segunda bastante más acertada que la primera, con su delicado aura de balada ensoñadora.
La historia del pop reciente está llena de grandes castañazos, tan brutales como injustos. El caso más flagrante es el de Róisin Murphy, que aunque cuenta con dos discos en solitario que nos ayudan a mojar un poco nuestras tristes existencias, comercialmente no se comió un colín y, aprovechando su recién estrenada maternidad, anunciaba hace unos años que no volvería a sacar ningún disco. Desde entonces, sólo hemos podido disfrutar de ella en formato de canción suelta, la mayoría de ocasiones fruto de colaboraciones con djs (con más o menos éxito) y somos muchos los que pensamos que no es suficiente. Dicen que las comparaciones son odiosas, pero Victoria Hesketh ya está acostumbrada a que la comparen. No se las compara por su estilo musical (Róisin es de pop cerdo y Little Boots es de pop cristalino), pero sí porque ambas tienen un futuro prometedor por delante y un buen par de ovarios para aprovecharlo, pero el público no parece querer acompañarlas. Yo sólo quiero decir una cosa con esta joyita entre las manos: ya perdimos a una, hagamos todo lo posible por no perder a otra. “Nocturnes” es un muy buen disco de pop y lo que es mejor, promete que el tercero puede llegar a ser la bomba… ¿Acaso no merece nuestra Little Boots una (segunda) oportunidad?